Mis 5 mayores errores como emprendedor

He cometido muchos errores a lo largo de mi carrera (y seguiré cometiéndolos). Forman parte del aprendizaje que me ha traído hasta aquí. Así que no creo que deba esconderlos. Al contrario, creo que es bueno airearlos como reflexión para mí, y espero que como aprendizaje o inspiración para vosotros.

Cómo podéis imaginar cuando acumulas años de experiencia, también acumulas todo tipo de situaciones de las que poder aprender. Me voy a centrar en la segunda parte de mi carrera desde que empecé a emprender hasta ahora, y especialmente en estos últimos años como mentor de pymes y emprendedores.

Cuando te lanzas al ruedo del emprendimiento en el mundo digital las cosas pasan a una velocidad tremenda. He vivido más cosas en estos años que en dos vidas en una empresa. Me han pasado cosas muy buenas, y por supuesto algunas malas.

  • En el lado bueno: tres empresas creadas y rentables, 6 libros publicados, decenas de conferencias dadas a nivel internacional, centenares de horas de clase en masters, casi 1.000 artículos en este blog, viajes por todo el mundo… y sobre todo he conocido a muchas personas que merecen la pena.
  • En el lado no tan bueno: grandes decepciones con personas cercanas, estrés, errores en mi estrategia profesional… de esta parte es de la que os quiero hablar. Lo positivo es que de cada uno de estos temas he salido reforzado.

Y son precisamente estos baches de los que más aprendemos. Al menos en mi caso así ha sido.

1. Trabajar por dinero

Leyendo el titular de este apartado, más de uno pensará “ya estamos con los tópicos”. Por supuesto que en última instancia todos vivimos del dinero que ingresamos y a todos, a mí el primero, nos interesa ganarlo.

El problema viene cuando tu objetivo primario es ganar dinero, no aportar valor en forma de un buen trabajo o servicio (si eres autónomo). Al centrarte en el dinero, estás matando la fuente que te genera mayores ingresos (un buen desempeño en el caso de cuenta ajena, o la búsqueda de la satisfacción del cliente si trabajas por cuenta propia).

He podido probar ambas situaciones en dos ocasiones en mis propias carnes y te aseguro que los resultados no fueron buenos.

Cuando te centras en hacer bien las cosas y en aportar valor allá donde estés, el dinero viene como consecuencia. Tanto en el ámbito personal, como en el profesional. El problema es que en unos casos el miedo, en otros la avaricia y en casi todos la presión, te pueden. Y dejas de pensar en la persona que hay al otro lado, para centrarte en facturar.

Y si no me creéis a mí, fijaros lo que dice el “inventor del marketing” de otro de sus fundadores (Philip Kotler hablando de Peter Druker. Si no sabes quienes son, ¡ya puedes empezar a buscarlos en Google!). Hablan de los pilares fundacionales del marketing, pero esto sigue plenamente vigente por mucho que haya gente que diga que el marketing tradicional ha muerto, etc. etc (¿cuántos libros sobre propósito salen cada mes? Ellos ya hablaban de ello hace más de 50 años).

Este fragmento lo he sacado de la newsletter de Mark Schaefer que he recibido hace unos días. Habla de empresas, pero nos lo podemos aplicar a nosotros mismos:

Peter Drucker was really the first real marketer. He saw early in the 1950s that the question every company should ask is, what is your purpose? And his answer was, “not to make money.”

“In fact, he said that making money gets in the way of doing the right things. The purpose of a business is to create a customer, and then went on to say that we better understand what is “value” to a customer, and you can’t define that unless you understand what the customer defines as value.”

2. Dirigirme a la audiencia equivocada.

Desde que existe internet hemos cometido este error una y otra vez. Ponemos nuestros esfuerzos en ganar visibilidad allí donde mayor es la audiencia sin preguntarnos si nuestro público objetivo está allí y si cuando está, lo hace para buscar nuestros productos o servicios.

Pues algo parecido me pasó a mí durante una temporada (es curioso, como a veces hacemos lo contrario de lo que recomendamos a nuestros clientes). Si eres una gran empresa y tienes un amplio presupuesto, te puedes permitir el lujo de matar moscas a cañonazos. Pero como ocurre en la gran mayoría de los casos tenemos que ser capaces de sacar el máximo de nuestros esfuerzos de marketing.

Me costó un tiempo darme cuenta de que la mayor parte de las personas que me leen, no pertenecen a mi público objetivo.

Una gran mayoría son profesionales del marketing que buscan inspiración, formación o ambas. Pero mi cliente, a pesar de que es digital, no es un gran lector de blogs o usuario de redes sociales. Si, lee y entra en redes sociales, pero no pasa ni una tercera parte del tiempo que tú y que yo.

Gran parte de la efectividad de mi marketing está en los referidos (¿conoces a alguien que sepa de XYZ? Ahí es donde tu juegas un papel fundamental). o en la exposición que consigo en otros foros gracias a este blog o a mis libros (conferencias, clases, entrevistas, etc.).

3. Seguir a mi corazón en lugar de a mi cabeza

Si tenemos que elegir ante un empate técnico entre cabeza y corazón, yo me suelo dejar guiar por lo segundo. Pero a veces estas decisiones te juegan malas pasadas.

En mi caso decidí lanzarme a un emprendimiento más con el corazón que con la cabeza. Sobre el papel tenía todo el sentido, pero no nos paramos a pensar demasiado en los roles de cada uno de los socios (en su aportación de valor). Fue más, “si trabajamos juntos no puede salir mal. Ya veremos cómo nos organizamos”. Dejé un trabajo estable y bien remunerado por esta aventura y me equivoqué.

Al final de todo se aprende y todo te aporta, especialmente los errores, pero la salida fue una época difícil. Es parte del camino que me ha traído hasta aquí, y además de pasar momentos muy buenos, me llevo muchos aprendizajes.

4. Complacencia

Relacionado con alguno de los anteriores otro error que he cometido es acomodarme. Dejarme llevar por las rutinas, no innovar… encontrar esa zona de confort donde las cosas funcionan bien y no plantearme ir mucho más allá.

Más de uno que me conoce cuando lea esto va a pensar que me he vuelto loco, porque el comentario general es que no paro de hacer cosas y de trabajar. Pero una cosa es tener mucha actividad y otra es innovar, ir más allá.

Es verdad que llevo unos cuantos años de cambios que me han sentado fenomenal. Pero he pasado épocas en las que me dejaba llevar y ese es el principio del declive. No nos podemos dormir ni un minuto. Y menos en un mundo como el digital que va a una velocidad de vértigo.

5. No salir a la calle

Otra de las trampas del trabajo excesivo y de la complacencia en la que he caído, es que he tratado de cambiar las cosas desde mi ordenador.

Lo tengo más que comprobado, cada vez que me he obligado a tener una agenda de reuniones informales o que me he formado en algo (formal o informalmente), he dado un salto cualitativo. Cada vez. No falla.

Pero claro una cosa son mis propósitos y otra es la pila de cosas que tengo que poner en marcha cada semana.

Con un mínimo de sentido común, pero mi norma es decir que si a todas las propuestas de reuniones informales. Además de que disfruto hablando con gente nueva, lo considero parte de mi trabajo.

Todos estos aprendizajes y muchos más están recogidos en mi libro Marketing para emprendedores.

Aquí tienes un resumen del artículo en vídeo:

 

La imagen que acompaña al artículo (error) es de Freepik

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